Lo contrario a la inseguridad no es la seguridad sino la convivencia

“El hecho de tener más de 200 niños, niñas y jóvenes en nuestra escuela cada semana nos permite mostrarles otra forma de vivir la calle a través del arte y la cultura.  La violencia existe en todas  partes y aquí lo que se ha generado es una alternativa de vida… otra opción».                                                                            

Henry Arteaga, rapero, Crew Peligrosos, barrio Aranjuez, Medellín

En Medellín he repetido que lo contrario a la inseguridad no es la seguridad, o al menos no lo que siempre hemos llamado seguridad: policía, cámaras de vigilancia, operativos militares.  Digo y repito, en medio de un contexto durísimo de país y aún de ciudad, que lo contrario a la inseguridad es la convivencia.

En Medellín nos hemos propuesto en los últimos años que todo lo que hagamos tenga como resultado la convivencia.  La convivencia tiene que ser proceso, producto, resultado e indicador.

Con matices, y siendo Honduras, México y Venezuela tal vez hoy los ejemplos peores de esas violencias urbanas, seguidos de cerca por Colombia y Guatemala, toda Latinoamérica tiene hoy graves conflictos sociales, resultado de juntar la suma de inequidades y exclusiones con la suma de todo tipo de situaciones delincuenciales, organizadas y espontáneas, muchas de ellas derivadas del narcotráfico con todas sus aristas.

Cómo enfrentar la inseguridad ciudadana es la pregunta de moda, y las respuestas son de todo tipo.  Yo mismo escribí, en noviembre de 2010, un menú de 20 respuestas cortas a esa pregunta, como parte de una frustrada (y bastante frustrante) precampaña a la alcaldía de Medellín:

  1. Lo contrario a la inseguridad no es la seguridad sino la convivencia.
  2. La convivencia se construye con proyectos de urbanismo social, con acciones de mejoramiento integral de los barrios más pobres, con estrategias de educación ciudadana, con intervenciones de calidad en la educación formal, con una gran apuesta por la cultura y, en especial, por la cultura comunitaria, esa que se hace todos los días desde los barrios (y que se ha hecho casi siempre sin el Estado, a pesar del Estado y contra el Estado), con un gran trabajo de comunicación pública y con la concertación y conjugación de esfuerzos entre los gobiernos nacional, regional y municipal, y de éstos con la comunidad, las universidades, las ONG, las empresas privadas.
  3. La convivencia no es un asunto solo del gobierno, ni del Estado: debe ser un asunto colectivo, un reto colectivo.
  4. El Estado se forma en el barrio: el Estado debe llegar a todos los lugares, no puede haber lugar de la ciudad sin una fuerte presencia, integral, del Estado.
  5. Pequeñas obras físicas contribuyen mucho al mejoramiento de la seguridad: mantenimiento de zonas verdes, pintura de fachadas (y mejor: impulso a muralistas y grafiteros para que se intervengan muros y fachadas de sectores estratégicos en barrios y en calles del centro), arreglo de andenes y calles, excelente alumbrado público (y, en especial, iluminación de calidad para zonas de circulación de peatones), cambiar muros externos por otro tipo de cerramientos con jardines, flores, mobiliario urbano, obras de arte (los andenes con muros se vuelven peligrosos, otro tipo de cerramientos, más amables, mejoran la seguridad y también la percepción de seguridad).
  6. Hacer animación urbana en los espacios públicos: que los parques y otros espacios públicos sean escenario permanente de actividades culturales, deportivas y recreativas, que haya vida en esos espacios. El espacio público debe ser el espacio de la convivencia: hay que seguir avanzando también en un cambio del espacio urbano, que permita la reconfiguración de algunos barrios, de algunas comunas.
  7. Ubicar venteros estacionarios (de revistas, periódicos, dulces, frutas, artesanías, etc.) en espacios públicos de alta circulación y que la gente percibe como solos y como inseguros.   Los venteros se convierten en habitantes de esos espacios, en cuidadores, en garantes de seguridad.
  8. Es fundamental el fortalecimiento institucional y el afianzamiento de la ciudadanía: un gobierno, un Estado, más organizado, más fuerte, más integral. Una comunidad más participativa, más afianzada en su tejido social.
  9. Hay que profundizar y continuar los programas de hondo calado social, que apuntan a superar los grandes problemas estructurales: educación, cultura, bienestar social, desarrollo social.
  10. Hay que volver permanentes y universales desde la educación inicial, y con mayor énfasis en la educación primaria, los programas de formación en habilidades para la vida (prevención de consumos indebidos, prevención de violencias, hábitos de vida saludables, etc.).
  11. Hay que generar un conocimiento y reconocimiento amplio de la ciudad y de sus barrios: que las y los habitantes conozcan bien su propio entorno, que sean concientes de su geografía física, de su geografía social y de su geografía humana.  Uno no puede amar lo que no conoce, y conocer es el primer paso para valorar, para apropiarse.
  12. Hay que diseñar programas permanentes y colectivos que conduzcan a generar la cultura del respeto a la Ley, con excelentes estrategias de comunicación, innovadoras, creativas.
  13. Los delitos de cuello blanco (la corrupción, el principal) alientan otro tipo de criminalidad, por el mensaje que mandan del «todo vale» y de la impunidad.  Una política pública de transparencia, y acciones muy efectivas contra la corrupción, mandan un claro mensaje a la comunidad.
  14. No podemos dejar que la mafia, que la delincuencia, copte el poder político.
  15. Así como el aparato criminal es flexible, hay que lograr que las respuestas del Estado sean flexibles, adaptables, dinámicas: muy difícil combatir a la flexibilidad y dinámicas del crimen organizado con aparatos burocráticos, pesados
  16. A la oferta permanente que hacen en los barrios más pobres las bandas criminales, hay que oponer la oferta institucional más completa y accesible.  El Estado tiene que tener un abanico muy amplio de oportunidades para la población más vulnerable, en especial para la población joven más vulnerable.
  17. Hay que hacer un análisis permanente, propiciar el debate público y tener mejores mecanismos para la gestión de la información sobre seguridad.
  18. Las cifras de homicidio no pueden ser ni la obsesión ni el único parámetro para medir avances, fracasos y resultados.
  19. Hay que diseñar mejores métodos policiales (el Plan Cuadrantes, de reciente implementación en Colombia, es un buen ejemplo de nuevas estrategias de seguridad barrial) y también hay que implementar ajustes de fondo en el sistema de justicia para enfrentar todo tipo de economías ilegales.
  20. Y hay que entender, de una vez por todas, algo que repito en todo lado: Medellín no es una isla encantada en medio de un país en conflicto.  Entender y entendernos en este contexto es necesario para poder dimensionar cuáles son realmente los alcances posibles de nuestras políticas de convivencia y seguridad.

3 comentarios

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3 Respuestas a “Lo contrario a la inseguridad no es la seguridad sino la convivencia

  1. Jorge Suaza Barrera

    Estoy de acuerdo. Da en el blanco.

  2. Luis Alberto Correa Zapata

    Plenamente de acuerdo.Además me parece necesario que las entidades del estado trabajen coordinadas y aunadas al mismo propósito. Secretarias, Institutos, Empresas, y que las campañas y programas que se hagan no se sigan trabajando cada una por su lado.
    También es importante aunar voluntades, colectivas e individuales en pos de mejorar el entorno y la convivencia a través del amor a la ciudad.

  3. Participei do Encontro Internacional Museus de Cidade, no Rio de Janeiro e foi um prazer conhecer uma pessoa tão comprometida com o seu povo e sua terra. Realmente, as autoridades brasileiras precisavam ouvi-lo.

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